Lo encontré en una biblioteca de pueblo, en la primavera de 2000, a donde había ido a hacer un examen, y lo estuve leyendo por encima mientras hacían el examen. Me pareció que este hombre era uno de los pocos pensadores ateos serios, y decidí comprar el libro cuanto antes. Evidentemente, habla de lo divino y de lo humano, y sobre todo de sus manías personales, en particular las relacionadas con la situación del País Vasco. Resulta bastante ameno, en general, y de gran claridad. Se esfuerza por parecer heterodoxo, incorporando a personajes como Casanova o Stevenson, o voces como "Citas" (donde aprovecha para lanzar invectivas contra los profesores universitarios, algo muy propio de los mismos profesores universitarios), pero en realidad estas "originalidades" cumplen, al menos para mí, una mera función lubrificadora, para que no todo sea "serio". En cuanto a lo que me interesaba, desde luego aquí están las bases del laicismo integrista que muchas veces exhiben los políticos de izquierda. Lo que pasa es que, más allá de las ironías y de la inteligencia del autor, sólo aparecen argumentos en negativo, es decir, razones para no creer en Dios, pero no razones para creer que no existe. Además, las razones negativas acaban desenvolviéndose en un egocentrismo de cerdo, que goza revolcándose en su propio fango. Sólo estoy yo, y yo disfruto con ello. Esto es una gran paja mental. Eso sí, es el primero que leo o escucho que confiesa esta automasturbación sin inmutarse. Por lo demás, tanto en su actuación como en sus ideas sobre otras cosas, demuestra que, en la práctica, nadie se resuelve en sí mismo. ( )