Se trata de un discurso que Ricoeur pronunció en la Universidad de Lausana en 1985. Por eso no puede meterse en muchas profundidades. Primero observa las reacciones humanas cuando se presenta el mal, centradas en la lamentación y la reprobación. Después, analiza las respuestas de las diferentes teorías morales y, sobre todo, religiosas. Finalmente, plantea su postura. El primer paso es pensar, y aquí hay que rendirse a la evidencia de la irracionalidad del mal. El mal es inexplicable, pero es que quizá haya muchas cosas que son racionalmente inexplicables. El segundo paso es actuar: si no podemos saber por qué existe el mal, intentemos simplemente minimizarlo. Pero, por mucho que lo intentemos, siempre quedará un fondo maligno que no se dejará dominar. Ante ello, hay que "sentir", es decir, intentar que el mal no nos afecte. Esta vía parece llevar al budismo, pero Ricoeur parece preferir el cristianismo, con su teología de la cruz, es decir, la asunción del mal como parte del bien, aunque inexplicable. Es lo que nos permite, como a Job, amar a Dios "por nada".

Pese a su brevedad, es sin duda un muy estimulante ensayo que confirma que ante el mal no hay respuestas racionales. Quizá ante ninguna de las cosas importantes de la vida quepan respuestas racionales. ( )